CEFB. 2022.
«La fuga más grande de la historia de Chile». Así es considerada la llamada «Operación Éxito», un operativo organizado principalmente por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) que, en enero de 1990, dos meses antes que Pinochet abandonara La Moneda, logró el escape de 49 presos políticos, entre ellos, siete de los frentistas que participaron del frustrado tiranicidio que pretendió el ajusticiamiento del dictador en el Cajón del Maipo.
Era enero de 1990, dos años después del triunfo del «No» en el plebiscito del 88, cuando la población chilena esperaba ansiosa el 11 de marzo para la salida al fin, luego de 17 años de una sanguinaria dictadura militar-empresarial, la salida de Pinochet de La Moneda y poniendo sus esperanzas en que el país pudiese cambiar con la sempiterna transición de la Concertación que finalmente se dedicaría a administrar el legado neoliberal pinochetista que hoy se lucha, inagotablemente, en las calles por cambiar, cuando la noticia de la fuga de 49 presos políticos de una cárcel de alta seguridad de Pinochet a través de un túnel de 60 metros remeció y produjo escozor en la clase política que preparaba el cambio de mando y la admiración de buena parte población.
La genial obra de ingeniera que permitió el escape fue un tunel que atravesó desde la cárcel a la calle, fue construido por más de 18 meses por 24 militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), del Partido Comunista y de las Juventudes Comunistas.
El FPMR fue una organización político-militar nacida en 1983 como parte de la política de la «Rebelión Popular de Masas» contra la dictadura, que entre sus dirigentes contaba con militantes formados en Cuba y otros países que participaron como internacionalistas en la Revolución Sandinista y su posterior defensa. Ésta no sería la única vez que asombrarían al país con su osadía y quirúrgicas operaciones, pues casi siete años más tarde, realizaron la llamada «Operación Vuelo de Justicia», en que mediante un helicóptero rescataron a cuatro militantes condenados por el ajusticiamiento del ideólogo de la dictadura (para entonces senador) y fundador de la UDI, Jaime Guzmán, de la Cárcel de Alta Seguridad.
A mediados de 1988, mientras la izquierda había decidido participar de la transición pactada con la dictadura, un grupo de presos comunistas y del Frente decidieron fugarse del recinto carcelario en que cumplían condena a través de un túnel, realizado en condiciones del todo adversas que exigió sobrehumano ingenio y esfuerzo.
«Como no teníamos madera para apuntalar el túnel, optamos por el sistema de bóveda, como hacían los compañeros vietnamitas, pues nos ofrecía mayores garantías ante los derrumbes», explica uno de los fugados. Por su parte, otro combatiente, señalo que «el túnel era pequeñísimo: tenía cincuenta centímetros de ancho y otros tantos de alto y en algunas partes sólo cuarenta. Sólo cabíamos estirados, era muy claustrofóbico. De hecho, Rafa, otros más y yo tuvimos problemas dentro del túnel y tuvimos que salir…»
Las herramientas utilizadas no fueron más que cuchillos, cucharas, tenedores y alambres, que emplearon para excavar el túnel, con la escasa iluminación que les proporcionaban algunas bombillas de bajo consumo. El militante recuerda: «Los motores que teníamos para pulir la artesanía los empleábamos para ventilar el túnel a través de una tubería que construimos con los envases de bebidas que nos dieron nuestros familiares. Además, empleamos unos walkman para hacer un sistema de comunicaciones en el túnel…»
«Sin duda alguna, el principal obstáculo que tuvieron que salvar para no despertar jamás las sospechas de los gendarmes de la prisión fue el ocultamiento de las cincuenta toneladas de tierra que arrancaron del subsuelo de Santiago. ‘Pusimos la tierra en el entretecho de nuestra galería, que tenía una longitud de setenta metros’, explican. Para esta tarea se inspiraron en la conocida película La gran evasión y construyeron un carrito similar al que emplearon aquellos detenidos aliados para sacar la tierra a través de unos rieles construidos con maderas. Durante 18 meses, día y noche, en turnos de dos horas como máximo aquellas 24 personas fueron capaces de culminar su proyecto de fuga.» consigna un artículo en rebelión.org.
Ante la necesidad de proteger su intento de fuga, crearon también un auténtico lenguaje para la evasión con palabras como «pera» (el túnel), «maleta» (bolsa de plástico llena de tierra -entre ocho y diez kilos-), «lavado» (transporte de la tierra desde la boca del túnel hasta el entretecho), «comida» (trabajo dentro del túnel), «limón» (aire bombeado»).
A las siete y media de la tarde del 29 de enero de 1990 los 24 presos políticos entraron en el túnel. «a partir de la diez de la noche empezamos a salir al exterior uno a uno cada dos minutos e hicimos el contacto con la gente que nos esperaba fuera. Junto al muro que nos hacía invisibles para los gendarmes de la cárcel nos despojamos de las ropas que llevábamos encima de las que íbamos a emplear en el exterior y fuimos subiendo al autobús que nos esperaba. La operación fue un éxito porque a la medianoche ya estábamos todos en casas de seguridad y los gendarmes no descubrieron el túnel hasta las tres de la mañana».
A los que posteriormente se sumarían otros 25 presos políticos de otras organizaciones presentes en la cárcel (PS, MIR).