Los relatos dominados por las ideologías decimonónicas que representan a la élite criolla fueron negando una historia más ancestral en lo que hoy entendemos como nuestro Estado-Nación. Desde instituciones «modernizadoras» se fueron imponiendo ciertos mitos ideológicos que hoy fundamentan ese racismo negador, presente en los debates, por ejemplo en torno a la convención constitucional elevado por grupos miopes e ignorantes que pretenden instalarse como conciencia moral de la nación negando el subsuelo cultural de las clases populares, desconociendo y rechazando lo evidente desde los dogmas que profesan alardeando sus temores frente al plurinacionalismo.
Hace una década se publicó un documentado artículo titulado «Mapocho incaico» como resultado de las investigaciones del arqueólogo Rubén Stehberg y el historiador Gonzalo Sotomayor. La conclusión es que previo a la supuesta fundación de Pedro de Valdivia ya existía una ciudad parte del Tawantisuyu con obras viales importantes, agrícolamente sustentable y con yacimientos mineros. La fundación de Santiago vendría a ser la dominación de la ciudad que ya existía, en la cual fue instalando instituciones propias del proyecto de Conquista.
Hoy en Santiago existen algunas manifestaciones de recuperación de esta identidad, los carnavales andinos tienen bastante presencia en distintos carnavales urbanos populares, hay presencia de organizaciones indígenas en distintas comunas, en algunas universidades aparece un compromiso con la difusión de estas lenguas y oficios desde sus políticas interculturales. El reconocimiento del plurinacionalismo debería fortalecer este tipo de trabajo cultural y patrimonial.
En el espacio urbano, pero también en la memoria, existen vestigios que son parte testimonial del Qapaq Ñam (Camino del Inka) que se extendió desde Colombia hasta el Valle Central de Chile. Uno de los más conocidos es el Pukara del Cerro Chena o la Momia del Cerro El Plomo. Menos conocidos son la piedra ceremonial o quizá Waka existente en el Cerro Huelén o Santa Lucía en pleno centro de Santiago, la cual tiene una placa en la que ya no se leen las palabras en Aymara que componen la cosmogonía andina; los desapercibidos mapas de bronce en piso de la Plaza de Armas en el que hay tres interesantes mapas antigüos de la ciudad uno de ellos atribuido al cronista Huamán Poma; o la apenas legible placa que recuerda el Camino del Inka en Calle Independencia con Borgoño, a un costado de la Iglesia de estilo Neogótico llamada Santuario del Niño Jesús de Praga perteneciente a la Orden de los Carmelitas Descalzos.
Una mejor mantención de esas pequeñas escenas urbanas que ayudan a la memoria de nuestra identidad y políticas culturales más contundentes, fortalecerán nuestra identidad plurinacional que sigue siendo negada por sectores sociales privilegiados que defienden una homogeneidad cultural inventada como mito para favorecer creencias dogmáticas que justifican ese orden nefasto que establece privilegios para la élite que no renuncia al conservadurismo y actuar antidemocrático, que oculta e invisibiliza la identidad y demandas de la mayoría de los ciudadanos.
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.