Teófilo Briceño. Centro de Estudios Francisco Bilbao.
Ni los más entusiastas partidarios del rechazo, ni los académicos de la burocracia de los think tank o de las universidades, ni lo “encuestólogos” (muy similares a los anteriores), ni los grandes empresarios, y mucho menos los partidarios del apruebo en sus distintas versiones, lo vimos venir.
El triunfo del rechazo a la propuesta de nueva constitución emanada desde la Convención Constitucional fue más que categórico, realmente aplastante. Y es hora de los análisis, de los cuestionamientos, y, por supuesto, del repensar las opciones y estrategias a seguir.
Una primera reflexión.
El “gigante popular” se expresó. Ocho millones de chilenos y chilenas votaron rechazo, y entre ellos, millones que no votaban regularmente, millones de jóvenes y mujeres, miles de afectados por la carencia de agua, como la Provincia de Petorca, donde también arrasó el rechazo, miles de habitantes de las zonas de sacrificio como Quintero- Puchuncaví, cientos de miles de integrantes de pueblos originarios. Y la lista se podría agrandar a decenas o cientos de comunas, ya que el apruebo sólo gano por estrecho margen en ocho comunas, siendo porcentualmente las más significativas, Rapa Nui y Juan Fernández. Y curiosamente, buena parte de aquellos a quienes beneficiaba directamente la propuesta de la nueva carta magna, la rechazaron.
El 50% que no votaba, y que algunos atribuían a su supuesto desprecio al sistema, votó rechazo. Ahora, con los números en la mesa, sabemos a ciencia cierta que la mayoría de ellos se volcó a las urnas para respaldar la continuidad del sistema neoliberal.
La derecha y el empresariado supieron poner al centro temas muy útiles para sus intereses políticos, y con el uso y abuso de los medios de comunicación lograron que temas que son afines a un sentido común conservador, instalados en el ethos de millones de chilenos, fueran prioridad.
El miedo, por ejemplo, apuntalado por el efecto psicológico de la reciente pandemia, permitió que temáticas como la “delincuencia”, la migración, los indígenas y la plurinacionalidad, las protestas, o la amenaza del desempleo, les ganaran a las ideas del cambio. La batalla por las subjetividades fue ganada en esta ocasión por los conservadores, apoyados por la neurociencia (neuropublicidad), y el poder económico para comprar todo lo que les resultaba útil.
Gente repetía bobadas sin sentido. Que les iban a quitar la casa, o que los “indios” e “inmigrantes” iban a tener más derechos que ellos, o que perderían bienes materiales, cuestiones muy caras para una conciencia alienada por lo neoliberal, bienes preciados que le otorgan respaldo a su supuesto estatus social.
Esto será estudiado en el futuro en las academias, en las escuelas militares, en los aparatos de inteligencia, como un manual de manejo de crisis, un modus operandi o dispositivos de poder actuando en las crisis sociales. Será el “ejemplo chileno”, de cómo actuar frente a crisis tan profundas como la expresada en la revuelta del 2019. Cómo convertir la rabia y la indignación popular contra el sistema en un clamor porque el sistema siga.
Pero hay algo muy importante a considerar, y que subyace a cualquier “triunfo” que obtenga tal o cual sector, clase o elite de poder, y es que son victorias efímeras. Todo lo sólido se desvanece en el aire.
El Chile neoliberal ha producido, por sus antivalores y su forma de vivir, a seres egoístamente emocionales, distantes de la razón, con un alto desequilibrio emocional (somos un país con fuertes problemas de salud mental, con consumo masivo de pastillas, con depresiones gigantes, con violencia social en todas las edades y niveles), y por tanto, somos un país conformado por habitantes presos de la angustia y el temor.
Hemos pasado en poco tiempo de la rabia e indignación contra el sistema, que por determinados motivos no llenaba nuestras expectativas (octubre 2019), a un país conservador que pide seguir como estaba.
Pero como todo es “líquido”, y porque además las contradicciones existen y no son inventadas, pasaremos del miedo a la justa indignación en un tiempo más, sin lugar a duda, porque el sistema abrió la caja de pandora y no tiene cómo asegurar su dominio sin un peligro constante de retorno a la movilización.
¿Seremos capaces de tener la astucia del perverso sistema que nos oprime, para que en una nueva vuelta de la rueda de la vida triunfen los nobles objetivos del cambio hacia una sociedad más justa, humana, hacia un nuevo orden social, que erradique el individualismo hedonista que tanto daño nos hace?
De la revuelta de las individualidades a la revuelta y la reconstrucción del tejido social en pos de un proyecto colectivo. Ese es el desafío que tenemos los militantes sociales. Los que no bajamos la guardia, y que, con una tristeza breve, seguimos soñando y luchando por un Chile mejor.