Teófilo Briceño. Centro de Estudios Francisco Bilbao.
Hay un vacío gigantesco, no hay un espacio, una referencia política a la izquierda del actual gobierno.
El sistema y sus medios de comunicación, a los cuales se suman los bots y seres humanos que actúan como bots, definen a la actual administración como un gobierno de izquierda, y hasta un reconocido intelectual del continente como Atilio Borón, antes de que Gabriel Boric asumiera, insinuó que era un nuevo Allende, aunque luego recogió cañuela.
Es indesmentible que en la coalición del gobierno hay fuerzas políticas, como el Partido Comunista, que están en la tradición de la izquierda chilena, pero eso no implica necesariamente que el gobierno lo sea. Es más, las actuaciones de la coalición que ocupa transitoriamente La Moneda, en la práctica son muy similares a las de los gobiernos pasados de la Concertación, la Nueva Mayoría y la propia derecha.
Pero más allá de la polémica, del uso o abuso de categorías como izquierda, centro y derecha, para definir el actual cuadro político, sí son categorías que en los sentidos comunes que circulan en Chile tienen todavía validez.
Constatamos que hoy se habla de “las izquierdas” para acentuar la diversidad de pensamientos, e incluso de intereses en aquellos que se asumen y reconocen en este espectro político. También constatamos que cada vez es más difuso asimilar la definición con la pertenencia a una clase o sector social, a la par de la existencia de una inmensa mayoría a la que no le interesan están definiciones, y que fantasiosa, o incluso ingenuamente, se autodefine como “apolítica”.
Pero la pregunta cae de cajón, ¿qué es ser de izquierda? Y asumiendo que es una categoría de uso político y no una categoría de clase en un análisis marxista, y menos de estratificación social en las definiciones de las ciencias sociales gringas.
En palabras más simples, pertenecer al proletariado no te define como de izquierda, ser pobre o precario tampoco. Lo que nos lleva a definiciones asociadas a cierta visión de cómo debe ser la sociedad, la VISIÓN DE PAÍS como les gusta hablar a los académicos y políticos “progresistas”.
Está claro que la “visión de país” que tenía el proyecto de la Unidad Popular, que buscaba terminar con el capitalismo y construir una sociedad de orientación socialista con un norte post capitalista, no tiene nada que ver con la visión de país que tuvo o tiene Bachelet, y ahora Boric Font. Ellos, qué duda cabe, sólo quieren humanizar el neoliberalismo, en absoluto terminarlo.
Por sus obras los conoceréis dice un refrán popular. Y al gobierno de la Unidad Popular se le pueden hacer múltiples críticas, pero tenía un proyecto, un horizonte claro, un programa de gobierno, no sólo de derechos sociales avanzado para su época, también un programa económico que apuntaba a la soberanía nacional y popular, un programa que tenía en su contenido central, no sólo que mandara el pueblo o los pueblos, sino también de desmantelar el poder de la oligarquía, de las transnacionales y del Estado portaliano. De eso, no hay absolutamente nada en el actual gobierno.
Pero para retomar ese proyecto nacional popular, revolucionario, retomar, significa también actualizarlo a un mundo que está en constante transformación, pero también en peligro de extinción, y por ello se necesita una fuerza unitaria o una referencia a la izquierda de este gobierno, claramente mediocre y entreguista.
Es una necesidad urgente, prioritaria, porque sin alternativa, sin fuerza político social, sin proyecto no habrá justicia social ni dignidad.
Hay que caminar hacia la conquista de un nuevo gobierno popular, que esta vez tenga las capacidades incluso de enfrentar una hipotética guerra civil, en ello, en su diversidad, tiene que existir una izquierda popular que sea el germen para aquello.
Sin izquierda, pero una verdadera izquierda, qué duda cabe, no hay paraíso.