Teófilo Briceño. Centro de Estudios Francisco Bilbao.
En abril nos visitó el académico y exministro de Relaciones Exteriores del Perú, Héctor Béjar. Exguerrillero, aunque a él le gusta pensar que todavía lo es, sin duda es un hombre vital, pues con 87 años a cuestas, mantuvo una intensa agenda por tierra chilena. Pero tenía que partir, a Lima primero, y de ahí a Europa, a terminar uno de sus libros.
Estuvo en Santiago, Valparaíso y Concepción, en actividades académicas, culturales y conversatorios diversos, incluido más de alguno con activistas de la izquierda popular peruana residentes en Chile. Y su visita dejó muy en claro que se trata de un hombre joven y vital. Es que muchas veces la edad es factor muy endeble para definir la juventud.
La ONU, desde 1985, define como juventud un rango etario de 15 a 24 años y tiene un sentido estadístico. Para el neoliberalismo, la juventud es una estratificación social, útil para definir modas y por tanto crear mercancías, duras o blandas, para estrategias de consumo y, por ende, de negocios.
Un factor central en esta visión mercantilista serían los estilos de vida, asociados a estados de salud, aventuras, búsqueda de cosas nuevas, modas, que le darían un sentido a la existencia. El cuerpo resulta central en esta mirada, acentuada en lo individual, como un eje rotatorio vital, el ego como centralidad del todo.
Lo joven es bello, vital, deseable, mientras lo viejo es feo, obsoleto. Muchos se esfuerzan porque la etapa de la “juventud” se prolongue. Asocian la apariencia al principal factor de vida, lo que daría un estatus especifico. Tienen terror a lo “viejo y caduco”.
Esa asociación nace con el capitalismo, con los albores de la burguesía, que entre las cosas nuevas que trae, se cuentan estas visiones y espacios, en su relación con decadentes formas de vida. Antes no era tan claras las franjas etarias, de niño a adulto, de niña a mujer apta para ser madre, todo era más directo.
Pero hay otras formas de ver la vida y de vivirla, incluso definirla. La juventud vista en el plano de las ideas, del cambio, de las transformaciones sustanciales. Mantener en alto la lucha por la trasformación social, superando el ego individual, colocando por delante el bien colectivo, eso es ser joven para nosotros, porque eso le da una potencia revolucionaria inconmensurable a la existencia.
Es tu espíritu, tu ánimo y fundamentalmente tu conciencia, lo que te da vitalidad, no importando la edad que tengas. Hay “jóvenes viejos”, “jóvenes domesticados”, “esclavizados mentalmente”, que se conforman con poco humanamente, que sólo aspiran a consumir lo que el sistema les ofrece dentro de él, y que son tan pobres que únicamente tienen dinero o aspiran a tenerlo. A eso le llaman el reino de la libertad. Al yo arrasando al nosotros.
Las estrategias de propaganda son muy hábiles porque presentan a ese colectivo nosotros como añejo, anquilosado, pasado de moda y repleto de fracasos, mientras que lo que vale la pena es “vivir el momento”, donde no hay pasado ni futuro, sino presente, que el sistema ofrece con sus lentejuelas brillantes de espejismo.
Pero hay jóvenes con muchos años a cuestas, y que, a pesar de los reveses de la lucha revolucionaria, siguen siendo jóvenes alimentados por el espíritu eterno que demostraron en la guerrilla o en otros campos de batalla.
Héctor Béjar es un ejemplo de esa juventud necesaria, un hermano peruano que las ha pasado todas, guerrilla, cárcel, academia, nuevas luchas y que aquí está, aquí sigue, fresco, vital, con sus ojos fulgurantes de rebeldía, como a los 18 años. Es, sin duda, de aquellos soñadores prácticos de la lucha, y eso lo hace un ser vital, promotor de vida y de esperanza.
Un ejemplo contrario es la camada estudiantil del gobierno actual, que, siendo “jóvenes” en un supuesto estilo informal, sin corbata, terminan siendo viejos retrógrados que quieren y se conforman con mantener lo que hay. No son el cambio, son el recambio. Personajes, hombres y mujeres feos internamente, con bonita cara y pieles tersas.
“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” decía Allende, definición que cumple a cabalidad Héctor Béjar, no así la hipócrita camada estudiantil del gobierno, envejecida a fuerza de resignaciones y desesperanzas, adobadas con falsa sonrisa.