Carlos Ruiz R. (Historiador, integrante de la UCT)
Todos los pueblos necesitan ocupar sus riquezas naturales: los productos de la tierra y del mar, los minerales, el agua, elemento vital. Las culturas antiguas sabían que podían extraer de la Naturaleza las materias necesarias para el sustento, pero estableciendo normas para impedir su agotamiento o su extinción.
Las sociedades fueron estableciéndose y asumiendo estructuras de organización cada vez más complejas, en algunas de ellas se fue perdiendo el carácter comunitario e igualitario y surgieron las clases sociales, formándose Estados. Fueron surgiendo las identidades comunes, que definieron que existiesen pueblos o naciones diferentes, con sus propias expresiones culturales, sus idiomas, sus tradiciones.
Los elementos o riquezas naturales no están distribuidos en forma homogénea en las diversas partes del planeta y la cantidad de cada elemento también es distinta por regiones. Los climas influyen en la distribución de las riquezas agrícolas, Así, cada zona terrestre cuenta con mayor o menor cantidad de ciertos bienes. Las diferentes comunidades tuvieron que intercambiar los bienes de que disponían, haciéndolos circular de una a otra zona. Del intercambio o trueque de productos se fue pasando al comercio y surgieron unidades de valor, las monedas, para establecer relaciones equitativas que regulasen el intercambio.
Ciertas sociedades o grupos, rompiendo los equilibrios originarios, fueron constituyéndose en Estados acumulativos y expansionistas. Se produjeron las invasiones y la extracción o sustracción de los bienes que producían o atesoraban otras sociedades. Las unidades monetarias por excelencia, fueron los metales llamados preciosos, y éstos se fueron dotando de lo que llamamos el valor. El primer caso ejemplificador es el de los Imperios de la Antigüedad, y sus campañas para dominar países que poseían bienes que las clases y Estados dominantes ambicionaban. Se produjo el círculo vicioso de la acumulación y el poder: el oro, la plata, los productos vegetales más apetecidos, eran más buscados y obtenidos, no solo por su valor de uso, sino porque a través de su valor de cambio permitían obtener más bienes y más poder; los grupos de poder, con estas riquezas podían a su vez obtener más poder y más bienes.
El segundo caso ejemplificador es el de los Estados europeos que a partir de aproximadamente 1450 emprendieron los viajes comerciales marítimos al África y a Asia, a partir de lo cual, se encontraron con lo que llamaron “El Nuevo Mundo”, especialmente lo que llamaron América. España y Portugal establecieron verdaderos imperios, e impusieron sus leyes, su cultura y sus reglas comerciales. Después fueron seguidos, en el caso de América, por Francia, Inglaterra, en menor medida por los Países Bajos, más conocidos por Holanda. En el caso de África, se produjo también el expansionismo, y casi todas las potencias europeas establecieron colonias en ese continente. Pero ya no solo se trató de conquistar oro y plata, sino también convertir a los habitantes de las naciones sometidas, en esclavos, sacándolos de su tierra y comunidad y llevándolos a la fuerza a otros lugares.
La mayoría de las sociedades americanas, desde fines del siglo XVIII y por ejemplo de las revoluciones norteamericana y francesa, fueron conquistando su independencia. Un país esclavizado y atrasado, pero con gran riqueza humana, fue el primero en romper las cadenas coloniales: Haití. España no pudo defender sus colonias, a la gran fuerza independentista. Más tarde le tocó a Portugal, que perdió el dominio sobre Brasil.
Los Estados americanos surgidos de la Independencia, sufrieron (y sufren, digamos) la contradicción de que por una parte deben defender sus bienes, especialmente lo que llamamos su riquezas, y no perder el control sobre éstas. Eso debiera ser su interés fundamental. Pero por otra parte, la colonización española, la portuguesa, etc., han dejado una lacra y una secuela, que fue que los grupos en el poder, los gobiernos criollos, fueron casi desde un principio, cediendo el control sobre las riquezas, a otras potencias. En el caso de Chile, dejamos la dependencia de España, basada en la fuerza de las armas, pero nos sometimos a la dependencia de Inglaterra, basada en la fuerza de los capitales.
La economía de un país como Chile se ha constituido a través de la historia, a partir de la exportación de una gran masa de bienes, pero que se reducen a un número poco diversificado de especies:
El siglo XVI, de la Conquista, fue el siglo del oro. Fue el ciclo del oro, extraído por mano de obra indígena, especialmente mapuche. En torno a este ciclo, se desarrolló la guerra y la sociedad chilena colonial.
El siglo XVII fue el siglo del trigo y del sebo. Casi agotados el oro y la población indígena, los grupos de poder se centraron en exportar la producción agropecuaria. Se hiper-desarrolló el latifundio: trigo y ganadería. En menor cantidad, los metales preciosos.
El siglo XVIII fue el siglo del cobre. La pequeña minería del Norte Verde proveyó de cobre a España. En menor medida, de oro y plata y de productos agropecuarios.
El siglo XIX, con la Independencia y el Chile republicano, fue el siglo de la plata y, en los últimos 20 años, el siglo del salitre. Hubo un auge exportador de trigo, por la coyuntura de la “Fiebre del Oro”, en California y Australia, pero cuando pasó la fiebre, decayeron las ventas de granos, hacia 1860, claro que las clases dominantes lo solucionaron con la invasión del territorio mapuche, anexándose nuevas tierras, donde además, en la costa, había carbón. Pero el país no hizo una gran riqueza con el carbón, sólo algunas familias como los Cousiño y los Goyenechea. Desde la Guerra del Pacífico (originada en la competencia entre Chile, Bolivia y Perú por el control de regiones ricas en minerales), Chile ganó la simbólica soberanía sobre vastos territorios, pero el control del capital lo tuvieron los capitalistas ingleses. Los ingleses también se adueñaron del comercio exportador, de la banca, de las compañías de seguros. El traspaso a Chile de los territorios de Tarapacá y Antofagasta permitió que el país se aprovechase de nuevos ingresos, pese a que los impuestos sobre bienes como el salitre no eran tan gravosos.
El Presidente José Manuel Balmaceda (1886-1891) intentó que el Estado aumentase los impuestos sobre la explotación de sus riquezas, pero se encontró con la reacción de rechazo de la oligarquía. En 1889, Balmaceda declaraba ante el Congreso Nacional: “No debemos consentir que esta vasta y rica región sea convertida en una simple factoría extranjera”. La frase fue impresa en el billete de 500 escudos de los años setenta. El resultado fue la guerra civil, perdida por Balmaceda y ganada por la oligarquía civil y militar. El poder de los Presidentes decayó, y comenzó un ciclo de parlamentarismo, en que el Congreso imponía sus intereses a los gobiernos. desde 1879 hubo auge para la plutocracia pero descontento para las clases populares. El mismo Ejército que ganó a peruanos y bolivianos, conquistó las tierras del pueblo mapuche y luego se volvió a abrir fuego sobre la población chilena: obreros de las salitreras y de los puertos, mal remunerados, mal comidos, viviendo hacinados en los conventillos urbanos o en los campamentos pampinos.
Respecto del cobre, pese a la alta producción del mineral en Chile, comparativamente su peso en los ingresos estatales fue menor que el de otros bienes. Según Wikipedia, “en 1810, año de la Independencia, Chile produjo 19.000 toneladas del mineral. Entre 1820 y 1900, el país produjo 4 millones de toneladas de cobre y fue, durante un tiempo, el primer productor y exportador mundial. A fines del siglo xix comenzó un período de decadencia, debido al gran impacto del salitre, que acaparaba el interés y las inversiones, y al agotamiento de los yacimientos de alta ley. En 1897 se produjeron apenas 21.000 toneladas de cobre”[1]. Apenas un poco más que hacía 80 años.
El siglo XX fue, de nuevo, el siglo del cobre. El salitre chileno fue sustituido por el salitre sintético y las ventas decayeron. El cobre fue adquiriendo cada vez más importancia en la economía mundial. Los principales minerales de cobre en Chile fueron adquiridos por capitales norteamericanos. Nuestro país ha tenido las reservas de cobre más grandes del mundo y el volumen de su producción es uno de los mayores a nivel mundial. Pero los norteamericanos constituyeron un país dentro de otro: en los minerales había zonas bajo control exclusivo de los ejecutivos y empleados norteamericanos. Los impuestos eran mínimos: los presidentes y los parlamentos, uno tras otro, habían dejado que las empresas del Cobre pagasen el mínimo de impuestos.
Chile en el siglo XX era un país con pocas industrias, especialmente de lo que llamamos gran industria, y casi ninguna “industria pesada” principalmente porque quienes tenían el capital y quienes controlaban las leyes, no estaban interesados en que el país tuviese su propia producción, que le hiciese la competencia a los productores extranjeros. Así y todo, desde que llegó Pedro Aguirre Cerda y el Frente Popular al gobierno en 1939, fue creada la CORFO: Corporación de Fomento de la Producción, que facilitó la instalación de empresas nacionales, para sustituir las importaciones y disminuir la deuda externa.
Por paradoja, un país con tantas riquezas, es un país endeudado con las potencias que controlan la economía mundial. El Chile del siglo XX era atrasado materialmente. Se aceptó el concepto de que “éramos un país subdesarrollado y que teníamos derecho al desarrollo”. Con clases dominantes que podían vivir en el lujo, mientras las mayorías pasaban sus días en largas jornadas de trabajo y precarias condiciones de vida, muchos viviendo en los conventillos y en los márgenes de ríos y acequias. El bienestar de Chile dependía de las variaciones día a día, del precio del cobre en el mercado mundial, manejado por grandes inversionistas dueños del poder político y económico.
Se fue generando, entre los sectores llamados progresistas, la idea de que el país tenía que cambiar. El Presidente Carlos Ibáñez (1952-1958) creó un Departamento del Cobre, para regular (débilmente) las relaciones entre el Estado y los grandes empresarios. Y en la década de 1960, tomó fuerza la idea de que había que impedir que el Estado dejase salir sus riquezas compradas a precio de huevo por las empresas extractoras.
El gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) planteó que se debían realizar grandes transformaciones para sacar al país del subdesarrollo. Pero su línea de gobierno y sus medidas estaban dentro de la lógica de la dependencia. Estados Unidos y su “Alianza para el Progreso” apoyaban los cambios, mientras no tocasen sus intereses. Apoyaban cambios que hasta incluían la reforma agraria, para que los países de América no siguiesen el camino de Cuba revolucionaria. Frei dijo “Todo tiene que cambiar” y propuso una revolución sin sangre: la llamada “Revolución en Libertad”.
El terremoto de marzo de 1965, cuando el gobierno de Frei llevaba cuatro meses de instalado, dejó un saldo trágico, especialmente cuando el tranque de relaves que había cerca del pueblo llamado “El Cobre”, cerca de El Melón, se vino abajo y dejó sepultado todo el pueblo. Eran las consecuencias de la inexistencia de una política de protección de la población en zonas de riesgo, y de no establecer una normativa que obligase a la gran minería a intervenir recursos en ello, debiendo existir planes reguladores para ello.
Una huelga en el mineral cuprífero de El Salvador, terminó cuando la intervención de militares, permitida por el gobierno, produjo una matanza de mineros y familiares, el 11 de marzo de 1966. Se acabaron las esperanzas de una revolución sin sangre.
Con todo, el gobierno de Frei emprendió en 1966 una política de recuperación parcial de la soberanía sobre las riquezas básicas como el Cobre, a lo que se llamó la “Chilenización del Cobre”. se dictó la Ley N.º 16.425, publicada el 25 de enero de 1966, “que autorizó la creación de sociedades mixtas entre el Estado de Chile y las compañías extranjeras productoras de cobre. Se llegó a acuerdos con las empresas norteamericanas para mejorar las condiciones de producción, aumentar ésta y desarrollar nuevos yacimientos”. Fue creada la Corporación Nacional del Cobre. En 1967, el Estado se convirtió en accionista mayoritario de las principales minas cupríferas del país. En dichas sociedades mixtas, el Estado chileno debía tener como mínimo un 75% de la propiedad de los yacimientos en manos de las compañías extranjeras.
Como las medidas logradas con la “Chilenización del Cobre” eran insuficientes para conseguir los logros que se esperaban, la izquierda, liderada por Salvador Allende, propuso en su programa de gobierno la llamada “Nacionalización del Cobre”: las empresas pasarían a ser al 100% propiedad estatal y sería el Estado quien tomaría la administración, poniendo fin a la extracción de riquezas que salían del país sin control estatal. El concepto principal era que el Cobre es “El sueldo de Chile”, de su producción dependen las posibilidades de que el Estado tenga recursos para emprender políticas públicas que beneficiasen a la ciudadanía. La Nacionalización, permitiría lo que Allende y la Unidad Popular llamarían “la Segunda Independencia de Chile”.
Se sabía que las empresas norteamericanas se llevaban el mineral de cobre a granel, gran parte de él sin refinar, y que entre los minerales extraídos iba una considerable cantidad de oro, plata, “tierras raras” e incluso uranio y minerales radioactivos, de tanto valor como la gran masa de cobre, y por lo cual las empresas no declaraban ni pagaban impuestos.
Ya en el gobierno, Salvador Allende presentó el proyecto de ley de nacionalización del cobre y otras riquezas, planteado de tal forma que los parlamentarios de derecha y centro-derecha no pudieron oponerse a un proyecto de interés para todo el país. Se obtuvo la aprobación unánime de la Ley 17.450, de Nacionalización del Cobre, aprobada por el Congreso el 11 de julio de 1971 y promulgada el 11 de julio de 1971.
“A través de esta modificación constitucional, pasaron a dominio nacional todos los bienes de las empresas mencionadas y se crearon cinco sociedades colectivas del Estado para administrar dicha riqueza”[2]. Fue creada la Corporación Nacional del Cobre.
Esta medida encontró, por supuesto, la reacción de las empresas norteamericanas, unidas con el derechista gobierno de Richard Nixon, que desde que Allende ganó las elecciones de 1970, ya emprendió campañas para impedir la instalación del nuevo gobierno, antes siquiera que éste iniciase su accionar. Ante la nacionalización, las empresas y el gobierno de EE.UU. iniciaron un “bloqueo invisible” impidiendo que a Chile llegasen materiales necesarios para la explotación minera, como repuestos y otros, asimismo boicotearon la producción y las exportaciones chilenas. Finalmente, financiaron a la oposición chilena y a los militares pro-golpistas, consiguiendo que se efectuase el golpe cívico militar en 1973.
La instalación de la dictadura cívico-militar llevó a que los intereses norteamericanos quedasen defendidos por el nuevo gobierno. En 1975 la dictadura abandonó sus principios “patrióticos” y proteccionistas del empresariado chileno, y aprobó el establecimiento del sistema neoliberal, que impedía que el Estado tuviese injerencia en la economía, no pudiese administrar empresas y dejase las relaciones económicas y sociales bajo el imperio de las leyes del “libre mercado”. En 1976, el gobierno militar decidió disolver las sociedades colectivas creadas por la Nacionalización del cobre y dejó estas a cargo de una nueva institución: promulgó el Decreto Ley 1.350 (“Ley de Codelco”) por la que la Corporación Nacional del Cobre pasó a ser la Corporación del Cobre CODELCO. También el gobierno de Bachelet permitió, mediante una reforma a la ley en 2009, que las empresas cupríferas paguen un mínimo tributo al Estado.
Aunque técnicamente, el cobre y otras riquezas básicas están nacionalizadas, dada la pérdida de manejo que ha tenido el Estado, a partir de las prácticas y legislación neoliberales, Chile está perdiendo enormes utilidades que debían ser su patrimonio. Por eso, economistas con sentido patriótico han dicho que desde 1973, ha predominado la “desnacionalización del cobre” y hoy debe emprenderse la “Renacionalización” de estas riquezas[3].
Se debe considerar que los sectores ambientalistas y ecologistas, no están de acuerdo con la extracción de riquezas, dado el irreparable daño que cada intervención minera tiene, respecto del entorno natural. Pero es el Estado el que debe retomar el control sobre las riquezas, tanto para recuperar las utilidades defraudadas por un sistema contrario a los intereses de las grandes mayorías, como para establecer normas de manejo que permitan una producción en plena armonía con los sistemas naturales.
Algunos conceptos:
DEUDA EXTERNA:
Dadas las transacciones comerciales realizadas en países económicamente dependientes, año a año el Estado o los particulares se van endeudando con grandes empresas o bancos extranjeros, principalmente a través de créditos obtenidos en el Fondo Monetario Internacional. Si el Estado no tiene los fondos suficientes, es decir si la balanza de pagos demuestra que consume más de sus ingresos, la deuda no estará siendo “servida”, es decir saldada por el deudor.
BALANZA COMERCIAL:
https://economipedia.com/definiciones/balanza-comercial.html
La balanza comercial o balanza de mercancías es el registro económico de un país donde se recogen las importaciones y exportaciones de mercancías, es decir, son los ingresos menos los pagos del comercio de mercancías de un país.
A través de la balanza comercial, se puede obtener más información sobre las exportaciones e importaciones que se llevan a cabo en un país y en un momento determinado. En concreto, esta balanza indica la diferencia existente entre los bienes que un país vende al exterior y los bienes que adquiere a otros países.
Fuentes:
chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.cepal.org/sites/default/files/publication/files/43463/RVE124_Sturla.pdf
https://es.wikipedia.org/wiki/Nacionalizaci%C3%B3n_del_cobre
«La nacionalización de la gran minería del cobre (1964-1971)». Memoria Chilena. Consultado el 1 de enero de 2023.
Ministerio de Minería (16 de julio de 1971), «Ley 17450: Reforma la Constitución Política del Estado», Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, consultado el 28 de noviembre de 2015.
Sutulov, Alexander (1975). «Antecedentes históricos de la producción de cobre en Chile». Memoria Chilena. Santiago de Chile. Consultado el 1 de enero de 2023.
«Historia». Codelco. 2012. Archivado desde el original el 25 de noviembre de 2022.
«ENTREVISTA A MARÍA CELIA BAROS: A 50 AÑOS DE LA NACIONALIZACIÓN DEL COBRE EN CHILE». Cesco. 22 de agosto de 2021. Consultado el 1 de enero de 2023.
Caputo, Orlando y Galarce, Graciela (2006). «Nacionalización del cobre y desnacionalización por la Concertación». El Mostrador. Consultado el 1 de enero de 2023.
Wikisource contiene una copia del Discurso de Salvador Allende al promulgarse la ley que nacionalizó el cobre.
La nacionalización de la gran minería del cobre (1964-1971) en Memoria Chilena
Vídeo de la ceremonia de la firma de la Nacionalización del cobre en YouTube.
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Codelco (visitado el 29 de junio de 2023).
[2] Id.
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Nacionalizaci%C3%B3n_del_cobre
Caputo, Orlando y Galarce, Graciela (2006). «Nacionalización del cobre y desnacionalización por la Concertación». El Mostrador. Consultado el 1 de enero de 2023.