La valoración por Occidente debería estar fundada por un reconocimiento a su desarrollo material y espiritual. Cuestión en la que el pensamiento y la filosofía tienen una función protagónica de ahí la extendida preocupación formativa que esta adquiere en el seno de Occidente y también en las periferias. Lo que habría que reconocer es su capacidad de pensar y de filosofar, cuestión propia del ser humano que toma conciencia de las capacidades de su ser. Hasta aquí el relato a favor de esta cultura no resulta tan problemático, pero ¿qué pasa si nos preguntamos por el contenido de ese pensamiento y de esa filosofía? Es ahí donde el asunto no es tan inocente dado que varias ideas occidentales fundamentan la dominación cultural, política y económica que padece la periferia.
En el escenario político se instaló un discurso conservador que guía el actuar de los políticos de derecha propagando un peligroso pensamiento que fortalece un sistema de dominación ideológica a favor de las oligarquías incapaces de reconocerse en las identidades originarias en su pretensión de asimilarse a los patrones eurocéntricos de todo tipo incluyendo el racialista. Esta ideología dominadora la vimos atentar en contra de distintas perspectivas que reconocían la diversidad de identidades presentes en la ciudadanía. La derecha siempre con escaso desarrollo del pensamiento crítico repite dogmas que funcionan como dispositivos efectivos que avalan la dominación, por eso es que necesario pensar desde conceptos que permitan horadar los lenguajes convencionales.
En políticos fundamentalistas que podríamos llamar neoconservadores como lo son J. A. Kast y Axel Kaiser (ambos con pretensiones presidenciales) hemos visto las proclamas a favor de Occidente, uno más populista que el otro, pero ambos aferrados a los dogmas que justifican la dominación. La cultura Occidental es muy amplia, sin embargo en los políticos recién nombrados encontramos una visión ideológica bastante pobre y reductora. Esta visión representa un peligro en cuanto a que no es capaz de valorar la diversidad cultural que conforma nuestra ciudadanía, instalando un clima de intolerancia frente a cualquier idea divergente al dogma que profesan. Esta actitud de pobreza intelectual es sin duda un dispositivo de dominación al cual ambos contribuyen atentando contra las posibilidades de pensar qué tipo de nación somos y los valores culturales que nos componen.
La férrea defensa del occidentalismo se ampara en algunos clichés sobre Occidente que supuesta rescata el helenismo clásico impregnado y el cristianismo fundamentalista impregnado en Europa. De manera resumida puedo presentar que estos neoconservadurismos pretenden justificar una naturalización de un sistema de jerarquías como aparecen en el pensamiento aristotélico que establece varias dominaciones como las del amo/esclavo, hombre/mujer, adulto/joven; en el caso del “pensamiento cristiano” no sólo extraen la moral de la culpa sino que también la defensa de la propiedad privada acudiendo principalmente al aristotelismo de Santo Tomás, baluarte de la reducción filosófica a la teología desde la intrincada relación entre la fe y la razón. Estas ideas son las que se fueron convirtiendo en dogma, llamándosele filosofía al servicio de los neoconservadurismos enemigos del pensamiento propio, y por lo tanto de ideas liberadoras que contribuyan a la liberación necesaria frente a la dominación. Con profunda convicción puedo señalar que el occidentalismo es un dogma de la dominación a favor de la oligarquía en contra de la dignidad del ser humano y de su capacidad de pensar.
Este es uno de los peligros que representa el fortalecimiento político que asume la cruzada por la “restauración” occidental acudiendo a viejas doctrinas y a nuevas tan peligrosas como las anteriores. Por ejemplo, la doctrina de la prosperidad que avala parte de la ideología neoliberal también viene ocupando un lugar discursivo referencial en estos políticos de la ultraderecha. El pensamiento crítico no puede ser inocente frente a la instalación de los conceptos y categorías que van conformando el lenguaje de los políticos que buscan agudizar el sistema de dominación. La cuestión del occidentalismo representa uno de los grandes peligros ideológicos en nuestra América. El occidentalismo pretende instalar un sistema de dominación a partir de supuestas ideas filosóficas disfrazando su pretensión de ideología dogmática. La denuncia de este tipo de occidentalismo es una defensa del pensamiento y de sus posibilidades filosóficas más genuinas, de ahí que no se puede ser tolerante frente a las imposturas de los siervos de turno.
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra